Es posible que alguna vez en nuestra vida hayamos hecho algo buscando el reconocimiento de los demás, y muy probablemente lo habremos conseguido, solo para darnos cuenta de que a los pocos días ya ha desaparecido como tan rápido vino.
Por otra parte también es posible que a lo largo de nuestra vida hayamos hechos cosas sin buscar nada a cambio y nos hayamos encontrado con un reconocimiento que no esperábamos, e incluso sea esto lo que nos haya definido más que si fuera por un interés activo de encontrarlo.
En el siglo XX, tanto la URSS como los Estados Unidos tenían a muchísima gente trabajando alrededor del mundo, eran (y en cierta parte lo siguen siendo, salvando diferencias) países poderosos que habían resistido a las dos grandes guerras mundiales de la humanidad, y que se estaban disputando los «nuevos tiempos» de paz.
Con unas tensiones casi constantes y tanta gente a la defensiva era cuestión de tiempo que algo se moviera fuera de lugar para desencadenar una catástrofe, así que en el submarino de ataque B-59 donde iba el oficial naval de origen soviético Vasili Arkhipov ocurrió ese movimiento crítico.
VASILI ARKHIPOV “EL SALVADOR DEL MUNDO”
Vasili Arkhipov nació el 30 de enero de 1926 en una familia campesina en Staraya Kupavna, una pequeña ciudad en las afueras de Moscú. Después de pasar por una educación típica del país en una escuela pública, Arkhipov se matriculó en la Escuela Naval Superior del Pacífico, una instalación que entrenó a oficiales navales soviéticos en 1942. Experimentó por primera vez la acción militar durante la Guerra Soviético-Japonesa en agosto de 1945, cuando sirvió a bordo de un dragaminas. En 1947, se graduó de la escuela naval y pasó a servir en buques submarinos en el Mar Negro y el Báltico.
En 1961, fue designado como el oficial ejecutivo del nuevo submarino de misiles balísticos nucleares de la URSS, el K-19. Durante su viaje inaugural, el submarino tuvo un problema con el sistema de enfriamiento nuclear, donde se provocó una fuga que amenazaba con derretir el reactor nuclear. Ante un posible motín, Arkhipov respaldó al capitán y ordenó al equipo de ingeniería que desarrollara una solución técnica para evitar una fusión nuclear. La tripulación se vio obligada a construir un sistema de refrigerante de emergencia sobre la marcha. La solución requirió que muchos de los hombres trabajarán con altos niveles de radiación durante largos períodos de tiempo, y aunque los ingenieros lograron salvar el barco y evitar un desastre mayor, toda la tripulación, incluido Arkhipov, fueron irradiados. Debido a la exposición a altos niveles de radiación, todos los miembros del equipo de ingeniería murieron en un mes. Aun así, este evento de carácter trascendental palidece en comparación con lo que Arkhipov experimentó al año siguiente.
Durante la crisis de los misiles cubanos, la Unión Soviética envió cuatro submarinos de ataque al Caribe. Se suponía que estos submarinos prepararían el camino para siete submarinos de misiles balísticos (los K-19), armados con misiles nucleares, que vendrían más tarde. La parte más conocida de la crisis de los misiles cubanos involucró misiles terrestres soviéticos en la isla, pero su plan requería poner también bombarderos y submarinos, ambos con armas nucleares, en Cuba.
Llevar armas nucleares no era el objetivo de esos submarinos de ataque. Eran solo la vanguardia de los submarinos de misiles balísticos que vendrían más tarde. Pero cada submarino de ataque tenía un torpedo nuclear.
Antes de la misión, se les dijo a los capitanes de los submarinos que podían usar los torpedos nucleares si los estadounidenses atacaban a sus submarinos. Un capitán pidió aclaraciones sobre esto. ¿Cuándo «exactamente» se suponía que debían usar estas armas? Aquí está la respuesta que él y sus compañeros capitanes obtuvieron, según el libro de Peter Huchthausen «October Fury»:
«Camaradas comandantes, ingresen estas palabras en sus registros cuando regresen a bordo: el uso de armas especiales está autorizado bajo las siguientes condiciones: primero, en caso de que sean atacados con bombas de profundidad y sus cascos de presión se rompan; segundo, si salen a la superficie y son atacados y golpeados; y tercero, por orden de Moscú»
Supuestas ordenes dictadas de los altos mandos a los capitanes de la vanguardia de submarinos hacía Cuba.
Los vuelos de reconocimiento de los U-2 alertaron a los estadounidenses a tiempo, y el presidente estadounidense Kennedy ordenó bloquearles el paso. Para los submarinos, un bloqueo significaba obligarlos a salir a la superficie. Para ese propósito, los buques de guerra estadounidenses usarían cargas de profundidad demasiado pequeñas para dañar a los submarinos de manera crítica. Los estadounidenses advirtieron a los tripulantes soviéticos de su plan para sacarlos a la superficie por radio.
El problema con estas medidas de advertencia fue que, para uno de los submarinos y su tripulación, la información sobre que eran advertencias para salir a la superficie no les llegó adecuadamente dado la profundidad a la que viajaban y por tanto esos disparos sonaban como si fueran ataques de guerra reales.
Como era de esperar en ese submarino estaba Vasili Arkhipov, que contaba en ese momento con 34 años.
Cuando los buques comenzaron con las minas de advertencia contra el B-59 de Arkhipov, su capitán Valentin Grigorievitch Savitsky creía que la guerra había estallado y, en consecuencia, quería disparar el torpedo nuclear del que estaban provistos contra los buques que los disparaban, concretamente el objetivo del torpedo hubiera sido el buque USS Randolph que era el encargado de hacerlos salir. Recordemos que el B-59 tenía veintidós torpedos, uno de los cuales era nuclear y poseía aproximadamente el mismo poder destructivo que la bomba nuclear que Estados Unidos arrojó sobre Hiroshima en 1945, un dato que los estadounidenses no conocían.
Cada carga de profundidad disparada causaba que el submarino se sacudiera sin control, los que estaban a bordo no sabían si ya había estallado una guerra. A bordo del submarino, el sistema de aire acondicionado se había roto y las temperaturas en algunas secciones de la nave alcanzaron los más de 50 grados Celsius. La regeneración del suministro de aire funcionó mal y los niveles crecientes de dióxido de carbono causaron que muchos de los tripulantes cansados por el viaje de cuatro semanas se desmayaran por el sobrecalentamiento.
Los tres oficiales que estaban autorizados a lanzar este torpedo: el propio Arkhipov, el capitán y el oficial político del barco, Ivan Semonovich Maslennikov, revisaron rápidamente sus opciones. El capitán y el oficial político estaban a favor de disparar. Arkhipov mantuvo la calma e intentó disuadir al capitán Savitsky, provocando una discusión entre los tres hombres, donde Arkhipov argumentó de forma calmada en contra de lanzar el torpedo, indicando que deberían esperar órdenes de Moscú y que efectivamente esos ataques eran avisos para emerger a la superficie. Finalmente logro convencer al capitán para no disparar ningún misil y emerger a la superficie.
Cuando el submarino salió a la superficie, se encontró con un destructor estadounidense que le ordenó que regresara de inmediato a la Unión Soviética.
Podemos especular que hubiera pasado si el torpedo del B-59 hubiera vaporizado al USS Randolf, que contaba con más de 3000 marineros a bordo, por lo que hubiera sido una catástrofe peor que la de Pearl Harbor a manos de los japoneses. Posiblemente los primeros objetivos habrían sido Moscú, Londres, las bases aéreas de Anglia Oriental y las concentraciones de tropas en Alemania. La próxima ola de bombas habría eliminado los «objetivos económicos», un eufemismo para referirse a las poblaciones civiles: más de la mitad de la población del Reino Unido habría muerto por ejemplo.
Finalmente a su regreso a Rusia, la tripulación del submarino recibió críticas de sus superiores, ya que algunos oficiales vieron al acto de emerger como una rendición. Un almirante le dijo a Arkhipov; «habría sido mejor si os hubierais hundido con el barco». Después de los acontecimientos del octubre del 62, Arkhipov continuó su servicio naval. Fue ascendido a almirante en 1975 y se convirtió en jefe de la Academia Naval de Kirov. En 1982, fue ascendido a vicealmirante y se retiró unos años más tarde. Arkhipov se instaló en un pequeño pueblo cerca de Moscú y murió el 19 de agosto de 1998 de cáncer de riñón, que pudo haber sido causado por la radiación a la que estuvo expuesto mientras estaba a bordo del K-19 en 1961.
EL CAPITAL HUMANO DE VASILI ARKHIPOV
- Con 34 años ya había experimentado situaciones críticas que requerían de una actitud decidida.
- Poseía un temple y carácter calmado, por lo que se manejaba muy bien en situaciones donde el estrés estaba presente cada segundo.
- Al igual que otros soviéticos, hacia honor a su patria y trabajaba duro en ello pero sin olvidar la empatía con los otros ciudadanos del mundo.
- En cada una de las situaciones que ha estado inmiscuido hizo lo que tenía que hacer sin esperar nada de nadie.
¿QUÉ PODEMOS APRENDER DE VASILI ARKHIPOV?
- Que prevalezca en nosotros la prudencia y la calma en situaciones donde aparentemente no sea posible tenerlas.
- Defender nuestras decisiones sin que nos afecte la opinión contraria del grupo al que pertenezcamos.
- Hacer las cosas en vez de intentar hacerlas.
- Vivir sin esperar nada ni ser el recuerdo de nadie.