En el mundo en el que vivimos es muy común que cuando un ser humano padece una enfermedad encuentre refugio y consuelo en una religión, con el fin de sobrellevar de la mejor manera posible esa carga o confiar en que la llegada de la cura lo libere de ella.
Si algo pueden llegar a compartir las religiones actuales es el pilar de la igualdad entre sus fieles, pues es la ideología del Dios la protagonista del grupo y no la persona que lo profesa.
Pero incluso en esas religiones que trabajan tanto en la igualdad entre sus fieles hay discriminación, pero no una discriminación ideológica por pequeñas discrepancias, sino una discriminación tan mundana como puede ser el aspecto físico de una persona.
El hombre del que voy a hablar hoy, un «chaval» para algunos, le ocurrió eso mismo. Despreciado por los suyos, infravalorado por sus enemigos y aparentemente abandonado por su Dios, Balduino IV consiguió imponer respeto de una forma magistral, pues saber que te puedes morir en cualquier momento, debido a una enfermedad como la lepra, te puede hacer ir más allá que cualquier otra religión.
BALDUINO IV “EL REY CERDO”
Balduino IV nació en Jerusalén en el 1161 d.C., su padre fue Amalarico I de Jerusalén, conocido por enfrentarse a sangre y fuego contra Nur al-Din, uno de los líderes musulmanes más destacados del siglo XII en Tierra Santa, por el control de Egipto. Su madre fue Inés de Courtenay, esposa y, a la vez, pariente lejana de Amalarico, un hecho que hizo que tuvieran que separarse, pues la ley de la época no permitía a un hombre ascender al trono si estaba casado con un pariente.
Lo educó Guillermo de Tiro, quien en sus memorias, afirmó que el pequeño sentía gran interés por la historia y las letras.
Un día siendo niño, Balduino estaba con unos niños jugando a pegarse pellizcos, y Guillermo vio que el joven no se quejaba por mucho que le apretaran, ante la sospecha de que algo grave pudiera tener el niño mandó que lo revisaran los médicos, y efectivamente las sospechas se hicieron realidad; tenía lepra, una enfermedad que, por aquel entonces, era considerada una maldición divina que caía sobre los pecadores que habían ofendido a los cielos.
Balduino empezó a ocultar su rostro con máscaras de plata, se supone que el hecho de que la máscara fuera de plata pudiera deberse a la propiedad que tiene como bactericida, pero no hay nada confirmado. Además de que iba siempre totalmente cubierto con guantes y varias túnicas, todo ello debido a lo contagioso de su enfermedad. Al parecer su hermana Sibila nunca iba a verle, no podía aceptar lo que le había pasado a su hermano, solo fue a verlo en su lecho de muerte en donde le dijo que siempre le había querido.
Su padre murió y fue coronado rey de Jerusalén el 15 de julio de 1174, a la edad de 13 años, pero por su corta edad (tenía que tener mínimo 15 años para reinar) el reino fue gobernado por dos regentes sucesivos, Miles de Plancy (de forma no oficial) y por Raimundo III de Trípoli. A expensas de todo esto se estaban haciendo varias tramas y matrimonios, entre hermanas y señores y entre sus propios regentes, esperando que falleciera pronto para ocupar el poder.
Evidente no murió antes de alcanzar la corona, por lo tanto, con todas las supuestas tramas internas pospuestas, y una vez Balduino siendo rey, era hora de enfrentarse a su primer enemigo exterior: Saladino. Un hombre que ya en aquella época era considerado casi un Dios para el mundo islámico, y que dirigió su mirada a Jerusalén, a tierra santa, gobernada por Balduino.
Saladino invadió los campos del reino creyendo atacar un país sin defensores. Pero el joven rey Balduino reunió a todos los caballeros que le quedaban y se llevó la Vera Cruz con ellos. Primero fue a refugiarse a Ascalón con un ejército reclutado a toda prisa y con solo 350 caballeros entre sus filas. Hecho esto empezó un recorrido para ponerse a la retaguardia del ejército de Saladino, una vez a sus espaldas el rey cristiano descabalgó de su caballo y acabo de rodillas en frente de la cruz, y le rezo, y sin dudarlo un momento volvió a subir a su caballo y estando; vendado, deformado, con dolores por todo el cuerpo, cansado, la mascara apretándole la cabeza, el calor y con unos 16 años, agito su espada y cargo contra su enemigo.
Chocaron por detrás y casi todo el ejército de Saladino fue derrotado. Una pequeña parte huyó y Saladino salvó la vida por sus mamelucos (caballería de élite), que lo rodearon y dieron su vida por él, para que pudiera huir.
El gran Saladino, el vencedor del mundo islámico, huyendo de un leproso y 7000 hombres cansados. Esta hazaña se conoce como la Batalla de Montgisard.
Balduino había salvado su reino con la astucia y habilidad de un gran gobernante, por ello fue recibido triunfalmente en Jerusalén. Aunque esta victoria no le sirvió para librarse de la lepra ni de su apodo más conocido: «el rey cerdo». Un mote que había sido extendido después de que su enfermedad le hiciese perder los dedos de los pies y las manos, le deformase la cara y se «comiese» su nariz.
Por último, hizo tratados de paz con los musulmanes y dejó que a Jerusalén fuera quien quisiera.
Finalmente murió cuando tenía veinticuatro años y por todo lo que hizo en esos pocos años a pesar de su tormentosa enfermedad, su incapacidad y su ceguera final, llena de admiración y respeto a quienes conocen su historia. Por ello no solo los francos (cruzados) se inclinaron ante su memoria, sino también sus enemigos, los árabes. El Imad de Isapahán escribió: «ese joven leproso hizo respetar su autoridad al modo de los grandes príncipes como David o Salomón». Su estoica y dolorosa figura, tal vez la más noble de las Cruzadas, símbolo de heroísmo en la frontera de la santidad, ha sido víctima de un injusto olvido histórico.
Después de su muerte, Saladino conquistó Jerusalén, los cristianos, reyes y sucesiones se fueron al garete por sus propias tramas y problemas, y todo lo conseguido en las cruzadas casi se pierde hasta la llegada de un tal Ricardo Corazón de León, pero eso es otra historia.
EL CAPITAL HUMANO DE BALDUINO IV
- Un rey medieval, político precoz y comandante exitoso en el campo de batalla con menos de 24 años.
- Fue así mismo bastante piadoso y estoico, aceptando la enfermedad como un reto que Dios le había mandado para demostrar su valía como rey y soldado de las Cruzadas.
- A diferencia de otros reyes de Jerusalén que le precedieron, Balduino se mostró tolerante con las otras religiones. Decretó leyes que amparaban a judíos y musulmanes, incluso algunos llegaron a ser miembros de su corte.
- Se interesó así también por convertir Jerusalén en un lugar de reconciliación, peregrinación y convivencia.
¿QUÉ PODEMOS APRENDER DE BALDUINO IV?
- Superar las limitaciones físicas y psicológicas teniendo en cuanto que en cualquier momento podemos morir.
- Aceptar las situaciones que estén bajo nuestro poder como las que no dependan de nosotros.
- Cumplir nuestro deber de la mejor forma posible tanto si nos ven capaces como si no.
- Comprender que para llegar a la paz hay que pasar por la guerra, pero sin olvidar el honor de uno mismo.